viernes, 18 de enero de 2019

Desconexión

No sé por qué, pero lo tengo que decir. No optaré en esta ocasión por una escritura más, diré “limpia”, sino una más relajada. La gripa que va y viene mientras mi sistema inmunológico se adapta a los nuevos virus de invierno de Austin no me da para mucho. Tengo muchas ganas de escribir (1) sobre un tema sobre que me dio por bloguear desde el 2014 y que dejé en el olvido, precisamente porque olvidé lo mucho que el tema me apasionaba.

Hoy, media hora antes de irme al trabajo, al cual, tengo la afortunada opción de ir caminando o tomar el autobús (2), pensé en qué forma podía hacerme el trayecto diferente o un poco más interesante.

Cansada a veces de la misma música, de las mismas frases para aprender un idioma u otro, decidí ver si me bajaba  un audiolibro. No es la primera vez que lo hago, pero sí, la primera vez desde que estoy en Austin que me recordó un poco quién era yo antes de que diversas circunstancias aleatoriamente afortunadas y desafortunadas pasaran.

Los libros correctos, o en su defecto, las historias correctas, nos encuentran de un modo o de otro, o bien, nosotros buscamos en donde sabemos que podemos encontrarlas cuando las necesitamos.

Que entre cualquiera a youtube en este momento y escriba la palabra “Audiolibro”. No faltan opciones para todos los gustos. Por alguna razón, decidí descargarme una parte de “Psicoanálisis de los cuentos clásicos” de Bruno Bettelheim, que dura aproximadamente una hora con diez minutos.

El camino al trabajo es en ocasiones tortuoso por su carácter repetitivo, no por otra cosa, a pesar de que los amaneceres en Austin parecieran esforzarse cada vez más por ser diferentes y sorprenderme con su hermosura en sus combinaciones de rosas y dorados. Hoy aquello fue distinto puesto que la caminata iba acompañada de una voz amena hablándome de un tema que me ha interesado sobre manera desde que era pequeña: Los cuentos clásicos.

Había leído algo sobre el libro anteriormente, dejando su lectura para después. Viendo el libro físico, me di cuenta que he escuchado el equivalente a 45 páginas de las aproximadamente 370 que contiene dicho libro. 45 páginas que se fueron rapidísimo. 45 páginas, o una hora y diez minutos de tener los pensamientos brincando de un lado a otro encontrando por fin la respuesta a la famosa pregunta “¿Qué tiene que ver el culo con las pestañas?” Aparentemente nada, pero ambas son partes del cuerpo humano.

Al momento estoy leyendo otros dos libros, y ahora me he enganchado con otro más. Lo que ocurrió fue que en una hora y diez minutos, o en 45 páginas, como lo prefieran, entendí porque estoy tan aferrada sobre todo a uno de los libros que estoy leyendo ahora.

La fórmula, que en su versión corta  llamaré de Harry Potter, nunca dejará de formar parte de todos nosotros.
Un ser común que pierde a sus padres y después…ya se sabe, le ocurren al personaje todo tipo de cosas, hay un objeto valioso, o dos, o tres, o siete (estas historias discriminan mucho otros números), amigos y enemigos, pobres y ricos.

No me pasó por alto que ciertas conclusiones que yo tenía sobre los cuentos clásicos, o de hadas (dependiendo) las tiene también el autor del libro, desde el punto de vista del psicoanálisis aunque yo no tenga ni idea de qué es eso, sobre todo, mi opinión que ahora se ofrecen las versiones de los cuentos lo más rosa posibles. En mi infancia, vi una versión de la Sirenita con su final gachito, y años después Disney sacó su jotería que nunca llegué a ver. Creo que después de tantos años, sobreviví al final original de la Sirenita.

¿Qué tiene que ver el cuento “El genio y el pescador” con la película japonesa “Like father, like son”? Absolutamente nada, aparentemente, y todo. Hasta ahí fue donde empezaron a rebotar mis pensamientos mientras escuchaba el audiolibro.

El genio y el pescador. Un relato muy corto que no conocía y creo que sale de las mil y una noches aunque no sé y no me dan muchas ganas de ahondar en si sí o si no. Hagan su tarea. El caso es que en lo que alcancé a leer de las mil y una noches  (me quedé hace algunos años en la noche cuarenta y tantos)  no me sonaba que fueran a hablar del Rey Salomón. No sé. No tengo esos datos muy concretos. Las mil y una noches son relatos (un mega putazo de relatos más fumados que la chingada) que tienen varias bases en en Islam y como que algo no me encaja ahí. Tendría que investigarlo más a fondo. Si las cosas en efecto encajan, hay entonces varias cosas que están de miedo sobre el mentado Salomón y sus brujerías, incluyendo algo aún más aterrador que sus brujerías en sí: La pinche cantidad de tiempo libre que tenía el vato para andar invocando mamadas en lugar de ponerse a gobernar. Era Rey, le llamaban “el rey sabio”. Ha habido gente más sabia en la historia que lo ha llamado “El rey sin quehacer”.

Resumen del cuento: Un genio emputado por haber pasado chingos de tiempo encerrado en una botella decide matar a quien lo libere, que fue el pobre pescador y el final es la misma fórmula (porque ya todo son fórmulas) del Gato con Botas. Métete con el ego de alguien que se creen bien vergas (o que es bien vergas) y así lo derrotarás.

Resumen de la película Like Father Like Son: Véanla y se chingan. Está buenísima.

“Like father, like son” toca el tema de dos familias japonesas, que tienen cada una un niño de cuatro años (o siete, o seis, o cinco, no sé, igual y siete, a todos les gusta mucho el siete) y a esa edad descubren que sus hijos fueron cambiados al nacer por alguna razón o por otra, creo que involucraba una enfermera maligna que hizo eso nada más por culera o algo así.

Las familias deciden cambiarse los hijos después de pensárselo.  A uno de los niños no le afecta, pero al otro sí y bastante.

Este niño de la película y el genio encabronado son casi lo mismo. Son “el culo y las pestañas”.

Bruno Bettelheim nos dice que al genio le pasó lo mismo que al niño abandonado, o cambiado de padres. Primero, a los 100 años de encierro, espera que lo salven y promete volver rico a quien lo salve, después promete más cosas al pasar 200 años, a los 300 promete prácticamente el Trono de Hierro de los siete reinos (u 8 o 20, no sé, ya empecemos a usar otros números por favor) a quien lo saque de la botella en la que lo metió el Rey Salomón al no poder someterlo (genios y demonios son al parecer sinónimos en la demonología; hay una razón por la cual Disney pone al famoso genio de Aladdin de color azul, etcétera, etcétera, pero ese es otro tema sobre el cual mi mente esta girando también, el relato del Genio y pescador, al ser tan simple me llevo a pensar cosas mucho más complejas) y ya después de mucho tiempo, el genio decide matar a quien lo saque.

Vean la película Like Father, like Son, y vean al niño al que le afectó el cambio de padres.
Algo me tocó en la escena final de esa película y no pude dejar de llorar. La vi hace muchos años, no recuerdo muy bien los detalles, pero recuerdo perfectamente las reacciones del niño durante toda la película puesto que fueron parecidas a las del genio, y Bruno Bettelheim las describe con una precisión aterradora, sin mencionar en ningún momento la película. Igual y la película aún ni salía cuando se escribió el libro. (3)

Ahora pues mi mundo quedó atrapado entre tres maravillas: El nombre del viento, Los hermanos Karamazov y Psicoanálisis de los cuentos clásicos.

Me vinieron más cosas a la mente pero es difícil deshilacharlas.
El invierno y la gripa atrofian la mente. Los cuentos clásicos son un poco de medicina.

Titulé a esta entrada “Desconexión” por dos cosas que no están conectadas entre sí, pero que lo están más de lo que aparentan, como los vínculos que hace Kvothe en “El nombre del viento”; encontrar relación entre cosas que no lo tienen, eso de algún modo o de otro, puede ser llamado “magia”.

Fin. Casi, o después o nunca. Todo tiene un fin, pero lo de escribir igual y no le daré fin ahorita.



1) Mejor dicho, tengo ganas de hablar del tema, y mi primer pensamiento fue hacer un vídeo en youtube, pero mi voz anda más nasal de lo normal.

2) En Texas las distancias desde un punto “importante” a otro son inmensas. La persona que no tiene que conducir aquí para llegar a su trabajo es pues bastante afortunada.

3) Me da hueva investigar.