viernes, 28 de marzo de 2014

Mis reflexiones sobre el cuento “El nuevo traje del emperador” de Hans Christian Andersen



Hans Christian Andersen, a mi criterio, un gran escritor, hizo su camino en el mundo del arte empezando desde cero, siendo una persona humilde, pero por fortuna para los que amamos su obra, autodidacta. A diferencia de los Hermanos Grimm, que en la mayoría de sus cuentos, el tan ansiado “final feliz” era inherente a una lección de vida, Andersen no tuvo miedo de romper este patrón, y si bien, no llegó a coquetear con el nihilismo, debido a que su vida emocional fue tormentosa e irremediablemente infeliz, sus relatos contienen una lección de vida, pero no necesariamente está acompañada de un final feliz. 


Sobre las diferencias en el “formato” utilizado para los cuentos entre los Hermanos Grimm, Andersen y otros autores posiblemente hablaré en otra entrada en mi blog.

Para el celebrado cuento “El nuevo traje del emperador” Andersen tomó como base (algunos podrían decir que prácticamente copió, aunque yo prefiero el término “enriqueció”) uno de los relatos de “El conde Lucanor” escritos por el infante Don Juan Manuel, el relato número XXXII Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño  escritos alrededor de 1330 y 1335. Otro de los grandes escritores, Miguel de Cervantes Saavedra, también tomó la misma idea para  su entremés “El retablo de las maravillas”.


Mi pregunta es ¿por qué a estos grandes de la literatura les llamó tanto la atención el elemento usado en el relato del infante Don Juan Manuel, tanto como para repetirlo en escritos propios? Nadie que haya leído lo suficiente a Cervantes y a Andersen podría pensar que era por falta de creatividad ni tampoco podríamos usar con ellos la popular frase que se utiliza hoy en día que dice “no sabían ya ni qué sacar”. Imaginación y recursos les sobraba a estos escritores y poca necesidad tenían de copiarle a otros. Lo que yo, personalmente, creo que hicieron estos autores, era dar su visión sobre este tipo de manipulación en particular.

En el cuento de Andersen, el emperador es una persona extremadamente frívola que gastaba todo su dinero, y dinero de sus súbditos en el buen vestir y tenía una conducta que en estos días podríamos llamar “obsesivo-compulsiva” por estrenar un traje nuevo a diario. El autor no le da ningún trasfondo a esta conducta, probablemente porque los problemas mentales que podría tener el personaje del emperador no eran en sí lo que quería resaltar. Sin embargo, hay personas que consideran adecuado darle algo de “humanidad” al personaje del emperador mostrando un poco de su pasado como en este dibujo animado disponible en youtube.


También, tanto Don Juan Manuel como Andersen ignoran, lo que considero es por el bien del desarrollo de la trama,  la facilidad con la que tanto el emperador como sus súbditos les creen a los estafadores sobre el poder que tiene la dichosa tela o tejido que utilizan para el traje. En la versión de Don Juan Manuel, el traje tenía la cualidad de ser “invisible” para quienes no fueran hijos realmente de quienes ellos creían era su padre, y en la versión de Andersen, no era visible para quienes fueran inadecuados para el puesto que tenían, o que fueran irremediablemente estúpidos. Este cambio que hizo Andersen, podría deberse a un resentimiento oculto que tenía hacia la realeza, con la cual mantuvo contacto cercano debido a su talento como gran poeta, y pudo haber pensado que mucha gente en la corte era en realidad no apta para su puesto o estúpida y decidió darle salida a este pensamiento a través del cuento. Ingeniosa forma de expresarse, esto me demuestra que el carácter pasivo-agresivo no tiene nada de nuevo y no es algo exclusivo de nuestra época en las redes sociales. Algo tendré yo que aprender de este Gran Maestro de la literatura.

Otro elemento del cuento, que pudo haber captado poderosamente la atención de estos grandes autores, es la manipulación por parte de los estafadores. El común denominador de los relatos tanto de Andersen como de Cervantes y Don Juan Manuel es ese algo que no existe pero se les dice a todos que sí está ahí y el negar su existencia, sin importar que no puedan verlo, les va a traer graves consecuencias, como el repudio social por no ser hijos legítimos, la burla de todos por ser estúpido e incluso la pérdida del empleo por no ser adecuados para el mismo. Por tanto, es a través del miedo a todas estas posibles situaciones, lo que hace que todos se queden callados ante la verdad y decidan aferrarse a la mentira, siendo capaces de jurar hasta con su propia vida que estaba ahí algo que en realidad no veían.

Pero ¿en dónde más se ha dado una situación similar en la vida real? ¿Cuál sería otra de las razones por las cuales los tres autores manejan la misma dinámica, quizá con una variante en lo que podría significar no poder ver la tela o el retablo, pero dando el mismo resultado de una humillación pública si no se dice que está ahí algo que en realidad no pueden ver? Tomando en cuenta la época de los relatos, ¿en qué se veía la gente forzada a creer para no sufrir graves consecuencias aunque no pudieran ver a ese algo?

Por si el hipotético lector no lo ha adivinado, este tipo de manipulación es el cimiento de las religiones. Se debe creer en algo que no se puede ver y no se pueden pedir pruebas de su existencia, porque si lo haces, se te acusa de falta de fe, e incluso hay escritos en los libros sagrados de todas las religiones del mundo para hacerle montón a este principio, sin nombrar ningún libro en particular ni ningún texto en específico. Al acto de creer sin ver en si se le llama fe, y en mi opinión, la gente es libre de profesar su fe, de creer sin ver, de creer sin pedir pruebas, pero deleznable fue y es aún el hecho de condenar no sólo a una humillación pública sino a destinos más atroces a las personas cuya suspicacia inherente a su naturaleza no les permite creer algo sin pruebas. Por tanto, me convenzo de que es muy probable que en aquellas épocas haya habido más ateos encubiertos de los que se cree. Muchas personas sin fe, fingiendo que la tenían para protegerse. Me considero en verdad afortunada al vivir en una época y bueno, también en un país, hasta cierto punto, en el que las personas ateas pueden decir abiertamente que lo son sin ninguna consecuencia horripilante al respecto o no más grave que una que otra mentada o insulto por parte de algún familiar o conocido, o la eliminación de su contacto en el Facebook. Yo tengo fe porque he elegido tenerla, pero no se me ha forzado a ella y considero por demás justo que se tenga la elección de creer o no creer sin pruebas. Tristemente, los líderes de las muchas religiones han jugado un papel muy similar al que juegan los estafadores en el cuento de Andersen. 


No puedo determinar si Andersen era un ateo encubierto o no. Si me baso en lo que escribe, pareciera ser una persona de fe muy arraigada por su mención constante de “Nuestro Señor”, pero si me baso en los mensajes que da en algunos cuentos, pareciera ser una persona que creyera más en las vicisitudes de la vida y en situaciones diversas que bien pueden acabar bien, o acabar mal pero con varios matices, sin ningún absoluto.

En el cuento que me atañe El nuevo traje del emperador, la falta del final feliz en su versión original parece no ser del agrado de muchas personas y por tanto, las diferentes versiones le dan otro final. No considerando suficiente la lección que aprende todo el mundo al darse cuenta del engaño, se le agrega en ocasiones un poco más. En el cuento original, el emperador es descubierto desnudo mientras desfilaba ante todo el pueblo luciendo lo que él creía era un nuevo traje de lo más maravilloso que ni él mismo podía ver, por un niño que no tuvo miedo de decir que en realidad no llevaba nada encima, el personaje del niño, representa para mí una mente libre de ataduras sociales y de miedos, que simplemente expresa lo que para él es evidente que está ahí, el niño no tiene miedo de perder un empleo ni tampoco teme que lo consideren estúpido. Al atreverse él a decirlo, los demás pierden el miedo y señalan lo obvio también. Pero uno tuvo que empezar. No empezó una masa, no empezaron dos o tres personas, fue sólo uno y los demás hartos también de la farsa, vieron la oportunidad de por fin salir de ella y le siguieron. El emperador, abochornado, pero sin perder el orgullo, decide continuar hasta el final aún más altivo fingiendo que cargaba la cola majestuosa de su traje, mientras los timadores huyen con las riquezas que se les pagaron sin ser apresados en ningún punto.


En la versión del dibujo animado del cual anteriormente les compartí el enlace de youtube, el final cambia un poco, el emperador reconoce su error, el pueblo le dice que como quiera le ama y van tras los defraudadores logrando atraparlos, probablemente para darle esperanza a los niños de que los rufianes siempre son al final capturados. Sin embargo, a Andersen poco le interesó, por no decir que nada, dar esperanzas de justicia.

Otro giro que también se le ha dado a la historia, es la versión del programa de los ochentas Faerie Tale Theatre  de Shelley Duvall programa que yo solía amar durante mi infancia (que recomiendo ampliamente para los amantes de los cuentos, en español lo encuentran en youtube como “Cuentas de las Estrellas”, sólo por favor, no se quejen del doblaje si no es de su agrado el acento español como he llegado a ver en comentarios abyectos en estas joyas en youtube, lo considero innecesario y a mí personalmente me encanta porque me enriquece). En esta versión, también se distorsiona el papel de los personajes. Los estafadores al final resultan ser los héroes y el emperador se vuelve bueno y bondadoso con su pueblo. Muy conciliador el asunto, posiblemente porque los productores del programa pensaron que el final en el cuento original era un tanto carente de contenido, lo cual me sorprende, porque no hicieron lo mismo con su versión de La Sirenita, cuyo final se acerca mucho al de Andersen sin importar cuantos niños terminaran deprimidos después haberlo visto. Hablaré de La Sirenita en otra entrada en mi blog. Pero por lo pronto, si quieren revivir la infancia un rato les recomiendo mucho que den una visitada a estas versiones de los cuentos, ya que para mí, youtube ha resultado ser una mina de oro que le da rienda suelta a mi pasión por los cuentos y a revivir mí infancia. Aquí dejo la liga de la parte 1 del cuento que les he hablado hoy.



Ahora, ¿es el final que le da Andersen al cuento tan “carente de contenido” como evidentemente les ha parecido a los creadores de diferentes versiones del mismo? Yo considero que no, al contrario, a mí me deja mucho más el final original que los finales dados por otras versiones. El emperador, a pesar de la verdad de haber sido estafado, no se doblega ante ella, él no admite que se equivocó, él no es capaz de reconocer su falla y se aferra a la mentira, prefiere sobrellevar su humillación pública con orgullo, que admitir su error. Andersen no tiene la menor intención de decirnos qué pasó con el emperador después de este suceso, porque para él probablemente es irrelevante, y lo que él nos muestra es que a las personas en el poder, el  orgullo no les permite admitir sus fallas.

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